La vida de Andrés Calamaro resume como pocas el recorrido sinuoso de una generación: desde su adolescencia durante los años más oscuros de la Argentina hasta su partida a España en medio del infierno inflacionario de los primeros noventa, aparecen en forma entrecortada momentos de éxito fulgurante –los días de Mil horas, con los Abuelos de la Nada-, segmentos de transición y colaboración –los días como productor de Los Enanitos Verdes y Los Fabulosos Cadillacs- y estallidos privados -los días de Nadie sale vivo de aquí, una estrella de infinitas puntas que guarda todavía hoy más de un secreto para descubrir-. Después, en Madrid, la plataforma compacta y afiebrada de Los Rodríguez va a dejar que se crucen amistosamente la balada y el flamenco, el paso de los toros con el trote por las pampas, las plazas repletas con la enfermedad. Y luego volver, con otra vitalidad, al juego fértil del solitario. Entre el goce supremo del triunfo futbolístico y la intimidad del blues generacional, la música de AC ha mostrado ya por más de dos décadas su versatilidad, sin dejar de inquietar ni despegarse del oído de los miles que conforman, hoy, la nutrida legión calamarense. Andrés Calamaro nació el 22 de agosto de 1961 en el puerto de Santa María de los Buenos Ayres, bajo el cielo protector correspondiente al signo de Leo. Desde pequeño orientó sus magnetos hacia la música y muy precozmente compuso su primera canción: un compañero de colegio le susurró el nombre Chica del paraguas –con el que bautizó a su primogénita- sin darse cuenta todavía que ese nombre ya existía en un disco de Los Gatos, combo fundacional del rock argentino. A los diecisiete entró por primera vez a un estudio para grabar junto a Raíces el álbum B.O.V. Dombe, y desde ese día no parece haber detenido demasiado la marcha: lleva editados mas menos veintiún discos y el último, se llama "El Regreso"
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